jueves, 29 de octubre de 2009

Algunas soluciones para frenar el cambio climático


Científicos estadounidenses y alemanes han descubierto que el carbón vegetal presenta ventajas que podrían ser decisivas para detener el cambio climático. Por medio de procedimientos sencillos se podría producir biocarbón a partir de la incineración de biomasa en las entrañas de la Tierra, reduciendo así la emisión de gases invernadero en un 50 por ciento.
El carbón vegetal o biocarbón es el producto de deshecho de la madera y otros restos vegetales. Así, cuando en la América precolombina los indios de la Amazonía quemaban no sólo restos de plantas, sino también huesos de animales, enterrando todo bajo la tierra, este abono hacía que las plantas de maíz se duplicaran en altura.
La terra preta, o tierra negra, sigue hoy abonando un 10 por ciento de la Amazonía. Y los investigadores han revelado el secreto de su eficacia: se trata del carbón vegetal, que posee en su interior poros muy finos en los que se almacenan minerales. Pero no sólo es eficiente como fertilizante, sino que podría detener el curso del cambio climático si se lo produce bajo tierra.
El carbón vegetal reduce la emisión de CO2
El carbón vegetal se forma cuando se quema lentamente biomasa a bajas temperaturas y sin oxígeno. En este tipo de procedimiento se produce y se emite la mitad de CO2 que si se queman los deshechos a temperatura normal, o si se los deja descomponerse. Un 50 por ciento del carbono del material original permanece unido al carbón vegetal durante cientos de años. Tal es así que algunos suelos negros de la Amazonía tendrían una antigüedad de 7.000 años. Esto significa que, si se transforma biomasa en carbón vegetal, se reduce la emisión de CO2 a la atmósfera en un 50 por ciento.
Además de llevarse el dióxido de carbono, junto al carbón vegetal se forman gases que, sintetizados, pueden usarse como biocombustible. Y el carbón también mejora los suelos gracias a que absorbe minerales y agua. De este modo, piensan los expertos, podrían generarse más efectos positivos para el medioambiente, ya que se ahorraría en fertilizantes para mejorar la cosecha, y en combustible fósil. Y lo más sorprendente es que la atmósfera terrestre se enfriaría, ya que se evitaría emitir 35 gigatoneladas de gases invernadero.
Este descubrimiento visionario sólo traería beneficios (“situación win-win-win”), opina David Laird, del Departamento de Agricultura de EE.UU. en el semanario alemán Der Spiegel, El por qué de que aún no se ponga en práctica la “revolución negra” reside en que la técnica todavía no es rentable. A los agricultores les conviene más convertir su cosecha de colza en biogas o biocombustibles. El alto precio de los combustibles hace que se lo utilice para producir energía, y que no sea usual abonar con carbón los sembradíos.
Según Der Spiegel, en EE.UU. existen instalaciones ya capaces de elaborar procesos para aislar combinaciones orgánicas de uso en la industria alimentaria, además de carbón vegetal. En Australia habría un equipo capaz de elaborar 500 kilogramos de biomasa por hora. Pero para contribuir al enfriamiento de la atmósfera se necesita contar con sistemas diez veces más poderosos. Dado que no necesita de un desarrollo técnico a largo plazo, podría aplicarse en un futuro inmediato.
En el instituto Max Planck de Potsdam, Alemania, los investigadores han desarrollado un método para carbonizar biomasa húmeda a partir de ácido cítrico. Se trata de un procedimiento que demora unas cuantas horas, mientras que en la Tierra puede tomar millones de años.
Los científicos que preconizan los beneficios del carbón vegetal quieren que éste forme parte del Protocolo de Kyoto, ya que es “tan importante como la reforestación”. Esperan que la Conferencia del Clima en Copenhagen en diciembre próximo promueva el reconocimiento de sus beneficios.